viernes, 17 de agosto de 2012

Las leyes de la vida

Pretencioso. Haríais bien en llamármelo. ¿Quién soy yo para determinar qué leyes rigen la vida? Y tendríais razón. Pero hay cosas...
...cosas que uno va descubriendo junto al tiempo. Como dos cómplices que no existen recorriendo el camino -que tampoco existe-.
Cosas como la caída del pelo y la traición de los amigos. La incontinencia de la micción y la mentira de la familia. La dentadura postiza y la falsedad de eso que llaman amor.
Y es que los amigos para toda la vida se van cayendo, uno tras otro, o dos a dos, incluso de tres en tres, como el pelo que antiguamente adornaba la zona donde suelen salir las cornamentas. Es ley de vida. Y tú te asombras... pero, ¿de qué?... ¿Acaso creías que, realmente, eran para siempre? No, hijo, no... los amigos para siempre duran mientras las cosas te van bien, y da gracias.
Y es que la familia se desparrama cuando más necesitas retenerla. Te dan su calorcito en verano, pero en invierno, colega... en invierno se marchan todos al sur, en busca de climas más benignos. Y, para más inri, se llevan la manta. Que por algo la manta la compraron ellos. Y tú, pobre tonto, te quedas en el norte mientras los carámbanos de la soledad se te cuelgan de la nariz.
Y el amor, cariño mio, el amor... ¿a quién se le ocurriría? Algo que, exceptuando un ratito de pasión sexual, o algunas décadas de chupar de la fortuna del otro -dura más un riñón bien cubierto que una pasión destapada-, al final no es nada. Interés, si acaso, como en los bancos. Y vivir del interés, si no se es banco, es complicado, a menos que el capital resulte escandaloso. ¿A eso le llamáis amor? ¿A ese postizo que te venden, y tú compras cueste lo que cueste, con la esperanza de disfrazar de ser lo que no es? ¿Con la vana aspiración de conseguir un rostro de bobo iluminado mientras tu mujer te la menea con una mano a la vez que, en un raro virtuosismo, con la otra te tiende el bolígrafo para que firmes el cheque?
¡Ay!... yo puedo ser pretencioso, pero alguno de vosotros es un iluso. ¿Qué será peor?

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