miércoles, 31 de marzo de 2010

Sensación


La tristeza es la antesala de la alegría.

A veces

A veces un halago es el peor de los desprecios.
A veces un insulto es la más bella carta de amor.

martes, 30 de marzo de 2010

Comprensión

Cuando alguien no se atreve a mirarse a si mismo, mira a otro. Cuando alguien no quiere responsabilizarse de su forma de ser, actuar o pensar condena, indefectiblemente, la forma de ser, actuar o pensar de otros. El ser humano es un ser sociable para la supervivencia. Únicamente. Pero, si se me permite -que se me permite, por supuesto- apostillar lo anterior, "para la supervivencia del menos apto". Llegará el día en que la interacción de los seres humanos se base en una espiritualidad distinta, aún no hallada, pero cuyo camino está trazado. Sin embargo, aún no ha llegado ese día. En nuestra convivencia actual se celebran los comportamientos vulgares, se elogian los pensamientos que se ajustan a lo de siempre, se enaltecen los actos miserables... Existe una secta, formada por una inmensa mayoría de la humanidad, cuyo único fin es apoyarse mutuamente para mantenerse en la cúspide de la sociedad a pesar de su incapacidad total para todo. De esta forma perviven los que ahogan el pensamiento nuevo, sobreviven los que se mueven en la más absoluta ceguera mental.
Esto es indiscutible.
Y viene a cuento de algo que estoy viviendo de cerca. La historia de un amigo. Un hombre sencillo y bueno. Un hombre claro y sin doblez. Un hombre al que dedico este post aunque, como resulta obvio, no puedo mencionar su nombre.
Este hombre y quienes de buena casta le quieren lo están pasando mal. Pasa por una fase de sufrimiento que yo me atrevería a calificar de atroz. Un sufrimiento causado por la incapacidad que solemos padecer todos para ver y asumir la verdadera, la genuína naturaleza de los hechos. Por descontado, en la medida de mis posibilidades, trato de sostenerlo, de ayudarle a que siga caminando, pero la única solución auténtica parte de uno mismo. Lo se por propias vivencias.
A este hombre tratan de asesinarle el espíritu. Los matones de turno le asedian con improperios, humillaciones, difamaciones, acusaciones gratuítas... y el no es capaz de darles esquinazo. Vive, para más inri, en un pueblecillo de no más de dos mil habitantes. Peor. Cuando son pocos, se multiplican.
Lo que le sucede a este hombre sencillo y bueno es lo que hemos pasado todos en alguna ocasión. Se enfrenta a la negación de los demás. A la incapacidad crónica para comprender que todos padecemos cuando lo que hace el otro no es lo que esperamos o consideramos aceptable. A la ligereza que poseen las lenguas para emitir juicios desconociendo todas las circunstancias.
A él le quiero decir: Nadie da nada que no lleve dentro. Quien da odio es porque vive del odio. El que aporta mentiras es porque vive en las mentiras. El que difama es el que posee toda la infamia en si mismo. ¡Dejad que ladren!
Hace poco me dijeron algo bastante escatológico pero no carente de razón. "Quien trata de manchar de mierda a otros es porque lleva la mierda encima". No puede ser de otra forma. Cada uno mancha de lo que lleva puesto. Todos tratamos de proyectar hacia los demás lo que vemos en nosotros mismos. Así somos. Y así nos comportamos. Y así nos negamos la comprensión. Porque cuando se comprende, se ama.
Por eso, como ejemplo contrario, yo. Toda una vida hablando de la nobleza y bondad de la que fue mujer mía, y lo que tenía era una ceguera incurable. Pero, si he tachado a los demás de nobles y buenos, a pesar de no serlo, debe ser porque esa bondad y esa nobleza, sin absurdas modestias, las llevo yo puestas. Porque es lo que veo en los demás, aunque trate de abrir los ojos cada día. Como veis, no dejo de reconocer mis buenas facetas. Es lo menos que puedo hacer por mi.
Un día mi amigo se dará cuenta, como lo haremos todos, de que el único que puede juzgarse es uno mismo. De que la única verdad la lleva uno dentro. De que todo lo demás no son más que mecanismos desajustados que entorpecen nuestro avance hacia una espiritualidad mayor y más sabia. Y mi amigo, entonces, levantará la cabeza y se sentirá noble. Porque, a pesar de todas las miserias que quieren envolvernos, tenemos dentro la fuerza suficiente para mantener la mirada clara de mi amigo y avanzar hacia una nueva visión.
Amigo mío, te comprendo.

lunes, 29 de marzo de 2010

Sensación

Cuando miro hacia atrás, no veo nada. Cuando miro hacia delante, imagino mucho. Cuando miro hacia afuera, entiendo poco. Sólo tengo el refugio de mirar hacia dentro. Y entonces me encuentro.

Pecados en la red

Vamos de confesiones. Señor cura, me acuso de que he probado las relaciones de la carne por internet... ¿es muy grave?
-Hijo mío, te puedo garantizar que tienes el infierno bien ganado. No te salvan ya ni todos los padresnuestros que puedas recitar en lo que te queda de vida. Es más... desde este momento te repudio como hijo...
-Pero, padre...
-Ni padre, ni leches, que la has cagao y no se hable más...
Pues ya que me he condenado, lo cuento. De condenaos al río.
Me pudo la curiosidad. La gente me decía una y otra vez "tío, que yo echo un polvo y si te he visto no me acuerdo"... "sin compromisos, y tias buenísimas, que están que parecen desesperadas"... "y es que te pillan con unas ganas... uff... y a la semana siguiente otra nueva"... y yo asentía, babeaba y me decía "joder, si es así de fácil, ¿por qué no me pasa a mi?"... Pues se me hizo la luz. "¡Pedasocapullo!... porque ni lo has intentado. A ver, ¿para qué tienes internet?"...
Mi mente alternativa tenía razón. Y lo probé. Me apunté a un par de páginas de las que se dedican al tema de los ligues, y me llovieron los acosos. Puse fotos mías, pensando que cuando me viesen se iban a cortar un poquito, cuando menos la diecinueve veinteava parte de ellas... pues no, me seguían acosando. Yo no daba crédito a tal respuesta masiva, desproporcionada a mis escasos méritos. Había de todo. Una mujer, al día siguiente de hablar con ella, ya firmaba como "tu chica" y me aseguraba que no le diría a nadie que éramos novios hasta que yo se lo permitiese. Por supuesto no se lo permití. De ahí tuve que salir huyendo. Pero lo que más me sorprendió fue que había muchas chicas jovencitas, de 25 o 26 años, guapísimas ellas, que al primer intercambio de palabras me mandaban fotos para mostrarme todo su "interior". ¡Y qué interiores! Pensad: un hombre que ha estado casado y que se entregó siempre a su esposa, sin pasar jamás por su cabeza la idea de aventuras extrañas... un hombre que ha llevado la fidelidad en el matrimonio hasta el extremo de plantar cara a más de una que quería acostarse con él... ese hombre era yo, pero de pronto, ese "yo" se dió cuenta de la libertad que lo rodeaba y cayó. Pero no "cayó en la cuenta" o algo así. No. Cayó del verbo "caer en el vicio". ¿Qué habríais hecho vosotros?... Y más si tenemos en consideración que una preciosa joven de aspecto nórdico, rostro de ángel, cuerpo de diosa y ojos que te penetran te dice que quiere que la penetres tú a ella. Que levante el dedo el guapo que se resista a eso. Yo, desde luego, no lo hice. Caí -del verbo aquel-, y caí del todo. Y me encantó caer. Así soy de pecador....
Pero me sentí extraño. Había tenido un par de relaciones desde mi bendito divorcio, pero eran mujeres que conocía. Tampoco eran "venuses de milo". Esto de internet, en cambio, me resultó totalmente surrealista. Yo me preguntaba -a posteriori, claro, porque a priori y entretanto lo único que me planteaba era que no existía culito más bonito que el que tenía entre mis manos-, pues lo que decía, a posteriori se me vino a la cabeza la pregunta. ¿Cómo es posible que las relaciones lleguen a establecerse a través de un medio como este, donde nadie se mira cara a cara, donde no existe el gesto de cariño, donde las palabras pueden ser dichas sin que los ojos las refrenden? ¿Qué clase de soledad debe existir para que una joven, extremadamente hermosa, y sin más preámbulos, pase una noche loca de amor con un señor ya maduro como yo? Por supuesto, hablo de relaciones en las que no media el euro ni otro interés material. Sencillamente, no sentirse solo. O al menos eso creo yo. Porque si no es eso, ¿qué coño es?...
Me da que existe una penosa ausencia de autovaloración. Yo me siento muy a gusto conmigo mismo. Y no necesito a otra persona para no sentirme solo. Nunca me siento solo. Y puedo asegurar que no soy de los que más se quieren a si mismos. Por eso, me da pena que otras personas no sean capaces de sentirse bien consigo. ¿Con quién vas a estar mejor que contigo, si tú eres el que mejor te entiendes, te escuchas, te perdonas?... Pero, para eso, es imprescindible indagarse, examinarse, explorarse y terminar por conocerse. Es entonces cuando hallas al mejor amigo que puedes tener. El único que no te abandona jamás. Tal vez sea lógico que, quienes no han encontrado todavía a ese amigo, lo busquen fuera. Y de ahí tanta soledad y tanta desesperanza. De ahí tanta gente perdida. Sin saber que, a su pesar, están trazando un camino, están dejando una estela de vida... sin saber que dentro lo llevan todo, todo lo que necesitan, todo lo que los puede acompañar para siempre, todo lo que puede elevar su espíritu al rango de dioses. Tal vez, muchas de esas personas, un día abran los ojos a la maravilla que llevamos dentro. Eso espero.
De todas formas, a pesar de mi reflexión, no pienso renunciar a mis aventurillas por la red. Es una excitante faceta de internet.

viernes, 26 de marzo de 2010

Recuerdo

Cierta noche me colé en un dormitorio con seis chicas. Seis. Causa perdida desde el inicio. Claro que yo no podía saberlo con 14 años. Ni entenderlo. Sigo sin entenderlo hoy. Puedo asegurar, sin fanfarronadas, que tenía intención de repartirles amor a todas ellas. Y comencé besándolas. De cama en cama. No me juzguen tan pronto... ellas me habían llamado, entre risas nerviosas, esperando vivir una aventura que, a sus 13 y 14 años no habían conocido todavía. Casualmente, la que andaba medio enamoradilla de mi se llamaba Maria Luisa -un nombre que, para bien o para mal, se ha repetido más de una vez, y de dos, en mi vida-. Cuando la besé a ella se resistió levemente, más con palabras que con gestos... Sin embargo, la que me gustaba a mi, Teresa -por dios, otro nombre que, para bien o para mal, se ha repetido más de una vez, y de dos, en mi vida-, no se resistió en absoluto. Me ofreció sus labios ya entreabiertos cuando llegué hasta su lecho. Una vez todas besadas, decidí que había demasiadas risitas para mi gusto y me dispuse a abandonar la habitación. Un disparo verbal sonó entonces. "¡Cerdo!". Era la que me quería un poquito, la que había hecho el amago de resistencia. Yo me sentí perplejo. Me volví y le recordé que ella también me había besado, a pesar de las reticencias, leves, desde luego. "¡Eres un cerdo!", volvió a gritar. Desde entonces no volvió a dirigirme la palabra. Recuerdo que, posteriormente, tuve alguna que otra aventurilla, de las propias de la edad, con las cinco restantes... pero ella, incomprensiblemente, la que, según confesión de sus compañeras, me quería como novio, no me habló nunca más. El tiempo nos separó, e imagino que será feliz, infeliz o todo lo contrario... pero ahora me doy cuenta de que aquel sentimiento posesivo tuvo la culpa. Yo la recuerdo siempre con una sonrisa.

jueves, 25 de marzo de 2010

Defensa de las adicciones

En ocasiones, cuando escucho a alguien mencionar el tema de las adicciones, me cansa. Me resulta tan extremadamente aburrido que llega a repelerme. A cualquier cosa se le pone la etiqueta de adicción. Si algo lo repites tres veces te la has cargado con todo el equipo, porque eres un pobre adicto. Y, por tanto, un ser marginal, disociado del resto de las personas de bien. ¿Saben qué les digo?... ¡Que se vayan a tomar por culo las personas de bien!.
Soy adicto. Me encanta el chocolate, ergo soy adicto al chocolate. Me encanta el café, ergo soy adicto al café. Me encantan las mujeres, ergo soy sexoadicto. Ni que decir tiene que soy un puto adicto al tabaco y a dormir como un tronco. A leer y a ver películas. Y, qué duda cabe... quien haya entrado en este blog más de una vez se habrá dado cuenta, sin echarle mucha inteligencia al tema, que soy adicto a escribir. Soy un pobre e infeliz desecho de la sociedad. Soy adicto a casi todo. Y no voy a sacar el tema de las almendritas tostadas y saladitas, porque me juego una condena de por vida en Carabanchel. Eso ya sería vicio puro y duro.
Bajemos de las nubes... o tal vez no, tal vez debiéramos, justamente, subir a las nubes, a fin de tratar de verlo todo desde arriba, con más claridad, con mejor perspectiva. Dejemos de pisar este suelo tan pedestre y volvamos a plantearnos el tema desde el principio. Si me gusta follar -ruego el perdón de las mentes pacatas-, follo... siempre que pueda, claro. Si me gusta follar una vez al día, pues follo una vez al día. Y si me puedo permitir -que no puedo, claro- follar doce veces al día, pues follo, coño, follo. Que para eso está el pinganillo que hemos traído al mundo.
Vaya pues, mi repulsa más corrosiva, hacia el señor Tiger Woods. Y no ya por tratar de tomarme por idiota, como expliqué en el post anterior. Esta vez es por pedir perdón por follar. Y como se le ocurra ir a una clínica para curarse eso... bueno, dejémoslo ahí.

lunes, 22 de marzo de 2010

Y eso que él no quería...

He escuchado a Tiger Woods pidiendo perdón por su "metida"... ¿de pata?... De por sí, este hecho, ya me parece bastante patético y regurgitador como para aparecer en el televisor a la hora de la comida. He calculado someramente la media de inteligencia de los espectadores y, aunque no ha salido muy alta que digamos -me incluyo-, creo que es la suficiente como para darse cuenta de la tragicomedia que se está montando este golfista para no perder las exclusivas publicitarias que tantos dólares le proporcionan. Lamentable. Pero lo que me ha causado una profunda estupefacción, lo que casi me provoca una apoplejía fulminante, ha sido una de sus frases... "yo no quería, luchaba contra ello, pero no podía evitarlo". ¡Pero qué situación más desagradable debió pasar el pobrecito! Me lo imagino luchando a brazo partido con su pelvis. -Por dios, pelvis, estate quieta, joder, que no te muevas más que me estás jodiendo la lucha interna... Y la pelvis, dale que te pego al chichi de la señora. Pero él luchaba, al menos es lo que ha dicho entre un mar de lágrimas. O sea, que la zona pélvica se le ha debido rebelar a pesar de sus castas intenciones. Supongo que Mr. Woods sólo pretendía saludar amablemente a la dama cuando, inopinadamente, la pelvis se le puso a hacer de las suyas. Sin embargo, a pesar de su heroica resistencia, esa revolucionaria pelvis pudo más que él.
No le culpemos por haberse beneficiado a una señora que se lo permitió. Culpémosle por tratar de hacernos pasar por idiotas.

Punto y aparte

Y muy aparte el punto. Tanto que, a partir de aquí va a comenzar un nuevo blog. Se me acaban de olvidar muchas cosas, y tengo que empezar de nuevo. Así que vayan preparándose los corruptos, los falsos, los fustigadores del alma, los futbolistas... ¿por qué no?... y los kioskeros. Para todos habrá. Bueno y malo. Porque en nuestra vida, por fortuna, lo bueno y lo malo se entremezclan para crear la salsa. Y sin la salsa... ¿qué clase de aburridos y perfectos entes seríamos?
No, ni hablar, aquí hay que ser imperfecto y dar pábulo a las diatribas. Vamos a lacerar lo lacerable y a macerar lo macerable. Vamos a hablar para mejorar. Pero nunca a criticar constructivamente. Porque la crítica constructiva es lo más destructivo que existe.
Agarráos las bragas y los slips que pronto empezamos.

sábado, 20 de marzo de 2010

El paso

Dicen por ahí las malas lenguas, que del amor al odio hay un paso. Y yo mantengo que ese paso debe ser extremadamente largo, porque nunca he sido capaz de darlo.
Existen ocasiones en que una persona te defrauda, te traiciona o, incluso, te apuñala sin piedad. Pero odiar es muy difícil. Sobre todo cuando se ha querido. El paso, a mi juicio, consiste en abrir los ojos. Sin más. Darte cuenta de que esa persona no era como tú creías. Verla como es realmente. Pero no odiarla. El odio sólo lleva a una degeración espiritual propia del que lo siente. Dejemos que el mencionado paso vaya únicamente desde la ceguera del amor a la visión de la realidad. Sin permitir que los refranes se hagan ciertos por nuestra tendencia a dejarnos conducir. Vamos a vivir con criterio, y el criterio es algo muy personal, en el que no caben otras creencias o sentimientos que no sean los tuyos propios.
Del amor al odio hay un océano infranqueable. Es imposible amar para después odiar. Eso, lo único que puede significar, es que nunca se ha amado.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Temblad

 Avanzan los jinetes. Se aproximan haciendo retumbar la tierra. Su sola visión aterroriza. Paraliza el espíritu y enmudece el pensamiento. Llegan los jinetes, cabalgando a lomos de perros salvajes. Los caballos, demasiado nobles y hermosos, se han negado a ser montados. Los gatos presienten a los jinetes y se suben a los tejados. Ya están aquí los jinetes... Estupidez, Intolerancia, Ignorancia, Necedad... Sólo un hombre puro puede detenerlos. Sólo un ser sin mácula puede conjurarlos a volver a sus antros oscuros. Pero ese hombre está a punto de nacer. ¡Temblad, gobernantes!

lunes, 15 de marzo de 2010

Sinvicción

Sin embargo, tanto el dolor como la alegría alcanzan su mayor esplendor en la más profunda de las soledades.

Convicción

Tanto la alegría como el dolor son nada, resultan baldíos, conducen al vacío del alma... en tanto no son compartidos.

Teatro del Surrealismo

Personajes:
Mujer, una
Hombres, dos
Niños, dos
Comparsas, ciento y la madre.

Introducción:
Última hora de la tarde. El marido llega del trabajo y la mujer, cariñosa, igual que en los últimos 18 años, le besa en los labios. Le pregunta cómo está y si quiere una cervecita. El hombre asiente y le acaricia una nalga como gesto cariñoso. Hay dos niños, cercanos a la adolescencia, felices y confiados en la estabilidad de su hogar, mirando el televisor ajenos a las jugadas de la vida. Nada hace prever una situación nueva. Todo se desarrolla según lo esperado. Llega la noche. El marido y la mujer se acuestan y hacen el amor. Tal vez el marido no se luce especialmente, pero el cariño lo ha puesto. Siempre lo pone, aunque está cansado. Se apaga día a día. Hace tiempo que nota una ausencia de entrega en su esposa, la mujer de la que se enamoró como un idiota y de la que sigue enamorado a pesar de los años transcurridos. Y no sabe hacerse cargo. No lo quiere aceptar. Ella, por su parte, siente insatisfacción. Necesita algo más que ese marido ajado, gastado por los años y por el trabajo no recompensado. Necesita una historia nueva, que le aporte sensaciones distintas. Está aburrida del mismo hombre. Un hombre al que ya ni presenta a sus amigos. Porque nunca ha entrado en los juegos del cotilleo y el asesinato verbal a los que ella es tan aficionada. En secreto ha probado a otro y la llena más. Lo hace pasar por amigo. Le da paso franco a su hogar. Delante de su marido y de sus hijos. Piensa que nunca lo van a saber, y así le da más morbo al asunto. Pero el secreto no ha sido demasiado discreto. Muchos han acabado por enterarse. La han visto. Varias veces. Amigos del marido. No se lo quieren decir por no causarle tan profundo dolor, pero el marido se enterará posteriormente. Se duermen con sus límites y sus frustraciones, sus deseos secretos y sus desesperanzas. Sus verdades y sus mentiras. Pero el sueño no dura esta vez hasta la mañana siguiente. Cuando dan las tres de la madrugada, la mujer, haciendo acopio de un valor que llevaba tiempo tratando de reunir, se lo suelta al marido.
-No te quiero. Vete de esta casa.
-Pero si hemos hecho el...
-No he sentido nada- la respuesta es dura, como sus ojos. Unos ojos desconocidos para el marido.
-¿No hay otra oportunidad?
-No.
El marido no protesta. Sólo pregunta, finalmente, "¿Hay otro?". A la mujer se le escapa una risa, pero enseguida se recompone en la seriedad que se supone debe presidir el momento. "¡Para otros estoy yo ahora!" El marido la cree, la quiere creer. Siente que su mundo se ha venido abajo. Se calla y se deja caer sobre la cama, temblando. Ella le da las gracias por ponérselo tan fácil. Él la mira con infinita tristeza y le responde "y por qué te lo iba a poner difícil..."
La despedida de los niños sí que es difícil. Hay que decirles que a veces un papá y una mamá no se llevan bien, y resulta complicado de explicar cuando ellos no han visto jamás situaciones violentas en el hogar. Es difícil decirles que pronto les volverá a ver, cuando tiene otros planes clavados en el corazón... La mujer se siente feliz. Mantiene su rostro con expresión de preocupación pero no puede evitar que de cuando en cuando se le escape una sonrisa. Tal vez más a menudo de lo que quisiera. El marido ya no existe. El marido está a punto de partir hacia otros mundos. Una bolsa con un jersey roto, una camiseta y tres calzoncillos gastados le espera en la puerta. Cuando se va a marchar, la mujer sale con 200 euros y le insiste en que se los lleve. Él sabe que no le hacen falta allí a donde va, pero ella se los introduce en el bolsillo, y él no tiene ni fuerzas para sacarlos. Ella accede a acompañarlo hasta el taxi. Allí, ante la puerta abierta del vehículo, él le pide el último beso. Ella no se lo niega. Total... va a ser el último... El marido le da al taxista la dirección de una pensión. Paga su habitación por adelantado y, después de quitarse los zapatos, se toma todos los tranquilizantes que lleva. Y lleva de más... El marido, cuando piensa que está por conocer la ausencia de dolor es feliz. Está convencido de no sufrir nunca más. Cierra los ojos y se duerme sin darse cuenta. A la mañana siguiente lo encuentran en estado de coma. No le han dado tiempo. El tren se ha retrasado un poco y lo han pillado antes de llegar a su destino. Él se siente morir cuando consiguen traerlo a la vida. "¿Por qué queréis que continúe sufriendo?... ¿Qué os he hecho yo?..." La mujer no va a verlo. No quiere verlo. Nunca había querido. La mujer, lo único que intenta es que el siquiatra lo declare loco por tratar de suicidarse y lo encierre en un siquiátrico. No lo consigue. El siquiatra es una persona de principios y sabe que el marido no está loco. Así se lo dice al infeliz cuando le cuenta el intento de la mujer por encerrarlo, y cómo la ha mandado a tomar por culo. El marido sigue acumulando dolores que no entiende. Sale del hospital, aún débil, y se dirige de nuevo a su casa por expresa indicación del siquiatra. La mujer coge a los niños y se va. No quiere que el padre vea a sus hijos. Se los esconde. El padre los busca durante días, pero en todas partes le dicen que no están. Los que habían sido amigos incondicionales le cierran sin piedad el contacto con sus propios hijos. Se los ocultan. El padre siente cada vez más dolor. Sólo pretende reirse con sus hijos y preguntarles cómo están... y ni eso le permiten. Todo sigue su curso torcido. La mujer ha puesto una demanda en la que afirma que el marido está loco desde que ella se casó con él, a pesar de los dos hijos buscados por ambos, a pesar de tanta felicidad pasada. La mujer afirma que el marido es violento, a pesar de que siempre la había tratado con un inmenso cariño y respeto, a pesar de que el hombre había comprendido siempre con una sonrisa y todo el cariño los actos de la mujer, por incomprensibles que pudiesen resultar. La mujer acusa al marido de haberse marchado con todo el dinero que había en la casa, sin aclarar que se lo había dado ella aún negándose él a cogerlo. La mujer afirma que tiene que proteger a sus hijos de un padre tan degenerado, a pesar de que los hijos no quieren ser protegidos, porque no son capaces de ver el motivo...

Desarrollo:
Los días y las violencias se suceden. La mujer ataca, no se sabe muy bien por qué... tal vez porque la única forma de justificarse ante sus amistades y ante ella misma es atacar, acusar, señalar con el dedo... o tal vez porque esas mismas amistades la espolean, la inducen, la empujan, le buscan los motivos. La mujer inventa, se estruja la imaginación, entresaca de las cosas vistas y oídas en otras ocasiones y circunstancias, y comienza a urdir una telaraña de mentiras en torno al marido. El marido no lo entiende. Él no ataca. Él no acusa. Él sólo pide que la mujer amada vuelva a su lado. Todavía es capaz de creer en esa posibilidad. Pero las amigas le dicen a la mujer que los ruegos del marido son "coacción emocional". Las amigas llaman al marido y le dicen que ha intentado suicidarse para coaccionar a su mujer, y para vengarse de ella por haberlo abandonado. El marido se pregunta cómo podía coaccionarla desde el mundo de los muertos. El marido se pregunta de qué se podía vengar muriéndose él. El marido aguanta el vendaval como puede. Pero no responde. No tiene fuerzas. Todo son acusaciones, ataques implacables, difamaciones fuera de todo control. El marido termina actuando como lo que ha sido toda su vida, un auténtico idiota. Comienza a escribir correos a su mujer, preguntándole primero el por qué, pidiéndole luego que le conteste al menos, insultándola finalmente, cuando se da cuenta de todo el montaje y de la inexorabilidad del resultado. Ella ya está desde hace tiempo con otro hombre. Ella no piensa volver. Ella disfruta más ahora. Ella se ríe de la desesperación del marido. Lee las cartas que le escribe en tertulias donde ella y sus amigas se divierten y se parten el bazo a carcajadas. Utiliza luego las cartas para que su abogada disponga de un arma con la que acusar al marido de vejaciones. Mientras tanto... ¿qué ha sido de los niños? Los hijos están siendo utilizados. Ella sigue con su pose de nobleza, de no querer nada, de persona desinteresada, pero los planes están trazados, y necesita a sus hijos porque, en su propósito está quedarse con la vivienda que el marido ha pagado con tanto esfuerzo. Y lo consigue. La vivienda ya es suya. Ahora a vivir. Los niños, tras una temporada en manos de su madre, viviendo los gritos, viviendo los guantazos, viviendo el vacío de no ser escuchados, deciden que no quieren seguir a su lado y se van con su padre. Con su padre, esa persona de la que había que protegerlos a toda costa, un padre loco y violento... Y su padre los acoge con todo su amor. Pero los niños están descentrados. Los niños no saben dónde se encuentran. Esto les hará más fuertes, pero en el momento sólo les causa desorientación. Se sienten perdidos. Se resienten en su vida diaria. Faltan al colegio. Reaccionan en ocasiones con más seriedad de la que corresponde a su edad... otras veces, con violencia. Los niños acusan todos los golpes que se han cruzado sobre sus cabezas. Los niños, como siempre, son los que más pagan por la insensatez de los adultos. El padre se hace cargo de sus hijos y trata de darles todo el cariño que necesitan, toda la comprensión que les hace falta, toda la seguridad que han ido perdiendo en el viaje, toda la comunicación de la que han carecido... pero lo que no consigue es que cumplan con lo que los demás esperan de ellos, y en el fondo tampoco le importa. Lo que más le interesa es hacer de ellos personas que se quieran, seguras de sí mismas a pesar de lo vivido... Sin embargo, las fuerzas sociales se han puesto en marcha. La mujer se ocupa personalmente de que así sea. Acude a su abogada para tenerla al tanto de que los niños faltan al colegio. Informa a su abogada de todo lo que se le va ocurriendo, por descabellado que sea, no importa, cuanto más increíble más fácil de creer... los niños se matan a palizas, los niños se drogan, los niños llegan borrachos al colegio cuando van... Mientras tanto, el padre tiene en su hogar a dos niños que se llevan mejor que nunca, que viven cada día con más conciencia del amor que se deben tener a si mismos, que por supuesto, ni prueban el alcohol ni la droga... los niños se están asentando, están recuperando su tranquilidad. Sin embargo, las cosas buenas no suelen durar, especialmente cuando hay alguien interesado en que no duren...

Desenlace:
Los niños han faltado demasiado a sus clases. La madre ha presionado para conseguir que el padre aparezca como culpable. La Concejalía de Educación toma cartas en el asunto. Hay que personarse allí. Con los niños. Y no puede ser por separado. Imposible. Cuando llega, la mujer saluda al marido como si nada hubiese pasado, voz de persona buena y cariñosa... lo anterior no va con ella, no ha pasado nada. El marido, sin embargo, haciendo gala de una educación pésima, le da la espalda y no responde a su saludo. No puede verla. Tiene que imaginar que ha muerto para sobrellevar el dolor. Ella no insiste. Abraza a sus hijos como si los quisiera. Pone voz de niña pequeña y pregunta cómo están sus pollitos. Los niños se sienten incómodos. Su padre. Su madre. Y ellos en medio. Entran al acto convenido. La encargada de Educación habla. Con los niños. Con los padres... Comprende que los niños han pasado por una situación difícil, muy difícil, y que es normal que estén en una etapa complicada para llevar con normalidad su asistencia al colegio, pero que sería lo mejor para ellos, para su futuro, que deben tratar de superar el trance para avanzar... En estos momentos habla la mujer. Literalmente: "Pero, digo yo, que los niños no tienen por qué sentirse afectados por nada de esto, ¿no?... al fin y al cabo sólo es cosa de su padre y su madre, a ellos no les ha pasado nada. El divorcio no es asunto de ellos"... La encargada de Educación pone cara de perplejidad. No sabe qué contestar. Ahora es ella la que se siente desorientada. Debe pensar: Los niños no tenían unos padres. Los niños no se han enterado de nada. Los niños son ajenos a que su madre haya roto la familia para siempre. Los niños, en definitiva, son como los hamsters, no existen. El divorcio no afecta a los niños.
El padre se vuelve hacia el patio de butacas y, mirando a los espectadores, grita: ¡¡¡ BASTA YA DE TANTO CINISMO SURREALISTA !!! En el fondo no está seguro de si se trata de surrealismo, o si cabe la posibilidad de que todo sea un autoengaño de la mujer para sobrevivir. Al final, pensándolo, se decanta por el surrealismo. La mujer sobrevive muy bien sin necesidad de autoengaños. Al fin y al cabo, todo estaba previsto.

El experto

El que trata de llegar a lo mejor de su espiritualidad es el único capaz de reconocer, verdaderamente, los errores que comete en su camino. El abyecto, sin embargo, es un auténtico especialista en encontrar justificaciones para mirarse al espejo y verse como un ser perfecto, sin mácula, incapaz de cometer ningún error y, menos aún, de reconocerlo.

domingo, 14 de marzo de 2010

Abogados

Hay muchos abogados. Cada uno con su forma de ser y de hacer. Distintos en la forma. Iguales en el fondo.
Tenemos abogados que te defienden aunque sepan que eres una mentira. Abogados que se ponen de parte del otro aún sabiendo que la razón está de tu parte. Abogados que parecen interesarse mucho en tu caso.. y maldito el caso que te hacen. Abogados que tienen demasiados escrúpulos como para hacer valer la verdad. Abogados sin escrúpulos que hacen que la verdad no valga para nada. Abogados que trabajan porque les va la marcha. Abogados que no dan ni golpe porque lo mismo da para el resultado final. Abogados que creen en su cliente y piden a Dios que le defienda, porque ellos no tienen tiempo. Abogados que no creen en su cliente y lo que defienden es su propio prestigio.
Hay muchas clases de abogados. Pero todos tienen algo en común. Al final ganan ellos.

viernes, 12 de marzo de 2010

Cuando se alejaba...

Me dió pena. Mucha pena.
La mujer se alejaba con paso aparentemente decidido, excesivamente decidido para esconder el dolor que cargaba en el corazón.
A pesar de negarse a abrir sus ojos, a pesar de los errores cometidos, a pesar del peso de los actos llevados a cabo... algo le causaba un dolor profundo, agudo. No había felicidad, ni una serenidad que se le asemejase. No había paz. Y eso se notaba en sus pasos, alejándose solitaria en busca de una ilusión que la engañase. Alguna mentira que le ayudase a olvidar.
Me dió pena aquella mujer. Aún no queriendo admitirlo, se sentía muy sola.
Mientras se alejaba sentí que yo podría haberla ayudado.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Conversación absolutamente verídica

-Eres un cerdo, ¿lo sabías?... vaya unas cartas que me has escrito, eso sólo lo dice un cerdo como tú, que te has pasado un montón de pueblos...
-¿?
-¿Te parece bonito todo lo que me has dicho? ¿Todo lo que me has llamado? Nunca lo hubiera imaginado en ti... Eres de lo que no hay, marrano, que no hay por donde cogerte... ¿Pero tú sabes lo que me has llamado?...
-¿?
-Pero di algo, maricón, habla... si sabía yo que tú eras marica, con razón te dejé...
-¿?
-Si es que en el fondo siempre has sido un depravado, un pervertido... ¿cómo has podido llamarme adúltera y quedarte tan tranquilo?... Si es que lo tuyo no tiene nombre...
-Si, lo tiene, cornudo.
-Pues te jodes, mira lo que te digo, que para llamarme adúltera después de tantos años casados hay que tener mala sangre... como tú, claro...
-Pero si me pusiste los cuernos... eso es ser adúltera...
-¡Y más que te los tenía que haber puesto!... ¡Degenerao!... El disgusto que me llevé cuando leí tu correo... ni más ni menos que adúltera, así, a pelo, sin tapujos... ¡cuánta razón tenía mi madre, que ya me decía que tú eras un pelagatos sin educación!... Y si esto fuera lo único... pero es que además ya he perdido la cuenta de las veces que me has insultado... que si mentirosa, que si falsa...
-Pero si has mentido sobre mi...
-Pues si he mentido te callas, que para eso soy libre de decir lo que me de la gana... pero no tienes derecho a insultarme como lo has hecho, capullo... que no se cómo he aguantado todo lo que me has dicho sin llevarte a la cárcel, porque lo tuyo es vejación, ni más ni menos...
-Me permito recordarte que quisiste meterme en la cárcel...
-Es que tenías que estar ahí, que los desgraciaos como tú tienen que estar en la cárcel.... así estaríamos todas más tranquilas... ¡Pero quién me mandaría a mi casarme con semejante sinvergüenza!... En mala hora, por Dios... que una se equivoca y mira cómo lo paga... un canalla que te llama mentirosa, falsa, adúltera...
-Tú dijiste que yo era violento...
-Nos ha jodido... y seguro que más de una vez se te habrá pasado por la cabeza pegarme de ostias... a saber, que lo que pasa por tu cabeza sólo lo sabes tú... bueno, y los canallas como tú... ¿es que ya no te acuerdas cuando rompiste dos vasos en la cocina, maricón?...
-Se me cayeron...
-Si, claro, y yo me chupo el dedo... eso fue lo que dijiste, pero a saber... que estoy segura de que los tiraste a propósito... en el fondo, tú lo que querías era pegarme...
-Pero... pero... si jamás he levantado una mano...
-¡Faltaría más!... ¡Dos ostias que te meto si me llegas a levantar una mano que no te encuentran la cara ni en Sebastopol!.. A mi, a la menda... jajaja... pero si te saco medio metro de altura, capullo... si te doy las ostias desde arriba... ¡Sólo habría faltado eso, vamos!...
-¿Entonces... por qué me acusaste de vio...?
-¡Que te calles!... ¡Se ha acabao!... Después de todo lo que me has llamado es que no te permito ni una palabra más... ¡Bastante tengo yo con soportar un tío que me ha llamado adúltera y mentirosa!... Es que ni una más, santo tomás... y la próxima vez no te salva ni tu abogado ni la Caridad... vas al trullo de cabeza...
-¿Por decir la verdad?...
-¡Por decir una leche!... Que aquí la que dice soy yo, y tú a callar, pringao, besugo, maricón de mierda... y vete a tomar por culo ya que me estás tapando el paisaje...
-¿?
-¡Que te largues con viento fresco!... A mi un mierda que me llama adúltera me está sobrando ya... ¡pero ya!...
-Pues nada, que lo disfrutes con tu novio...
-Si, hijo, si, ya lo disfruto... y esos cuernos te quedan que ni pintaos...

martes, 9 de marzo de 2010

Sonrisas

Cuando tengas la certeza de estar viendo la sonrisa más encantadora del mundo, ten también la seguridad de que te están engañando.

Los degenerados

Estoy seguro de que este título va a desviar la atención de más de uno. Pues no, no va de pervertidos la cosa. Va de degenerados, literalmente hablando, esto es, los que degeneran. Los hombres.
Por un lado poseo mi convicción de que el ser humano tiende a la perfección (siempre imperfecta, por dios... que no llegue a ser totalmente perfecta nunca porque sería aburridísimo) a través del aprendizaje. Pero hoy me ha asaltado una duda. Andaba yo por aquí me... ando, cuando hete que me asalta. Y digo yo... ¿es correcto pensar que el ser humano tiende a estar cada día más cerca de la perfección, mientras por razones biológicas tanto su cuerpo como su mente van degenerando?... A ver, que yo me aclare... o sea, que cuando mi visión del amor resulte más completa, cuando esté en disposición de amar con una intensidad y una delicadeza absolutas... entonces ¿me va a colgar morcillona? Pues no estoy de acuerdo. El que ha parido este sistema lo ha hecho fatal. Lo justo sería la alternativa de que el cuerpo y la mente fuesen creciendo en poder, en capacidad. En definitiva, que cuando yo consiga llegar a un estado de misticismo total, cuando considere que las necesidades de este mundo son falsas, cuando haya aprendido todo lo que me tocaba aprender en este mundo... ¿voy y me muero?... Mirándolo bien, tampoco resulta tan inusitado... si ya no me restan más cosas por hacer, que me zurzan. Es lo suyo. Pero jode. Jode que cuando estás en disposición de hacerlo todo mejor que nunca te fallen las fuerzas. Jode que cuando te sabes capaz de llevar a una moza a pasar un buen rato por el séptimo cielo -eso sí, después de haber probado el primero, el segundo...- resulte que no se te levanta. Jode que cuando tu espíritu consiga alcanzar más altas cotas, tú te hayas convertido en un auténtico degenerado. En un viejo. La verdad, jode.
Dedicado a todos los "viejiños", que seguro saben hacerlo todo mejor que ninguno de nosotros.

viernes, 5 de marzo de 2010

69

Por dios, ¿qué tendré yo?... Jamás se me habría ocurrido que un día podría contar los artículos que llevaba publicados. No entraba en mis cálculos. No le veía sentido. Y sin embargo, lo acabo de hacer. ¡69!... ¿Que habrá reservado el fatum para mi?... Decididamente tenía que escribir esta tontería para pasar de ese precioso número. Corría el riesgo de quedarme anclado en él, extasiado, contando los posts una y otra vez hasta llegar al sexagésimo noveno. Y nunca he considerado conveniente quedarme varado en una playa. Prefiero seguir hacia las profundidades del mar abierto. A pesar del riesgo.

Mi amigo Trasgu. Duende misterioso de las palabras. Las enemigas son como los virus, te atacan, pero te ayudan a crear defensas. Déjalas que ataquen. Y tal vez un día mi contador llegue a las 6969 visitas. Ese día, francamente, no sé qué haré. Pero algo se me ocurrirá.

¿Moderación?

Tengo que admitir que echo de menos a mis enemigas. Vamos, ya sabéis, las amigas de mi ex, las que exhalan veneno, las que comen entrañas e higadillos... No se, siento como si me faltara algo. No estoy seguro de si la idea de moderar los comentarios ha sido buena. Era divertido ver aquellas parrafadas llenas de insultos y carentes de estilo. Aquellos ataques sin base y sin conocimiento. Era sumamente entretenido. Enriquecedor. Te aportaba experiencias nuevas, como toparte con gente que sin haberte visto jamás, te juzgaba. Y yo me los leía y me saltaba la sangre... y contestaba. Pero, a continuación, borraba la entrada y mis respuestas. Por no convertir esto en un foro de verdulería. Tal vez hice bien con lo de la moderación pero, sinceramente, echo de menos a aquellas furibundas y viperinas enemigas. Porque además de llevar la adrenalina demasiado estable, no me sube tan rápido el contador de visitas.

jueves, 4 de marzo de 2010

Condena de la virtud

Así, como suena. Que le corten la cabeza. A la virtud.

Me repatean las personas que ponen la otra mejilla. Me revientan las que responden a un insulto con alucinada cara de bondad. Me bajan la erección aquellas que conservan siempre el gesto comedido y la palabra meditada. Que no, coño, que no, que la virtud es el peor de los vicios. Y además, crea adicción.

Por propia naturaleza, el virtuoso sabe que lo es. Y ya empezamos con las gaitas. Al saber que es "virtuoso" barra "a", es consciente de que está en posesión de la verdad y, esta creencia, le lleva a no cuestionarse su actitud. ¡¡¡ Craso error !!!

El virtuoso vive en el peor de los charcos, rodeado de ramas podridas que se le antojan florecillas recién caídas. El virtuoso se apalanca en su virtud para minorar al que avanza a trompicones, luchando con sus fallos y sus carencias. El virtuoso es la estatua de Neptuno, inmóvil en el centro de Madrid, y totalmente cubierta de excrementos de paloma. El virtuoso no tiene la decencia de pecar y arrepentirse. O no arrepentirse, que también me vale. El virtuoso pretende apechugar con el pecado de los otros... y mecagonlaostia... mis pecados son míos, y al primer virtuoso que quiera dárselas cargando con mis errores lo inflo a leches.

Que no, señores barra as, que no. Que no hay sitio para la virtud en el nuevo orden universal que se nos avecina. Así que, pequemos, aprendamos a pecar con gracia y estilo. Seamos unos educados pecadores capaces de aceptar las consecuencias de nuestros errores. Que ya lo dijo el que lo dijo: Errare humanum est. Y el virtuoso no cumple las condiciones necesarias e insoslayables para ser un "humanum" como dios manda.

La señora Virtudes

Dadme antes 100 personas que caminen por el más abyecto de los senderos, que un único "virtuoso".
Dadme antes 100 personas que yerren cada vez que actúen, que una que siempre "tenga razón".
Dadme antes 100 condenas que una misa.

El camino se puede cambiar. El error se puede corregir. La condena se puede sobreseer. Pero la "virtud" no tiene solución.

El afortunado poseedor del presente boleto, premiado con "tener la razón para toda su vida", nunca será capaz de encontrar los auténticos premios del espíritu, los de aprender y avanzar.

Dadme antes a 100 criminales, locos o depravados, que a un "santo", ¡por las barbas de Belcebú!.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Herrores... ¡uy, me he equivocado!

El error es una constante de la vida. Sin error no existe acierto. El error es necesario, vital para crecer. El error no deja de ser otra de las bendiciones de la vida.
Conozco a quienes cometen errores. Quiero a quienes cometen errores. Vivo con quienes cometen errores y, aún más importante, cometo errores constantemente, y constantemente me los perdono.
Suelo saber cuándo he cometido un error. En otras ocasiones, hay quien me lo hace ver. Otras veces, el error mismo se me hace visible y me dice: "oye, muchacho, que me acabas de cometer"... y yo le respondo: "pues para eso estás, ¿no?... para cometerte"... Y me vuelvo a perdonar. Con todo lo que debe conllevar el perdón, al menos el mio, que no es sino la intención de mejorar.
Sin embargo, también hay quienes convierten el error en una justificación. Lo ensalzan en el alma y le dan la vida como respuesta definitiva, sin encontrar en él una posibilidad de aprendizaje. Todo lo contrario. Han aprendido para llegar al error. Y ahí se estancan.
Lástima. Porque al no darse cuenta de todo lo que pueden avanzar a lo largo de su vida, de todo el potencial que llevan dentro para crecer, al no ser conscientes de que cometen errores, nunca podrán perdonarse.

Conocí a una persona que, en el breve plazo de un año, rompió tres familias. Y no llegó nunca a ser consciente de ello. Porque jamás se equivocaba. Su razón era "la razón". Nunca cometía errores. Fueron tres familias rotas. Maridos con mujeres, hijos con madres, hijas con padres, hermanos con hermanos... tres familias. En menos de un año. Tal vez fue algo que debió ser así. Es lo más probable. El crecimiento de los seres humanos camina por veredas incomprensibles. Pero tienes que fiarte de que, efectivamente, es así, y creer en que todo tiene un motivo y un destino. Y hay personas que no entienden eso, y esas personas son las que sufren el daño de quienes actúan con el error como meta de su vida.

Sentémonos a pensar. Todos. Deberíamos darnos cuenta del miedo que nos da la verdad. ¿Por qué la verdad suele ser algo que atemoriza, mientras la mentira campa libre y espléndida, con el beneplácito de todos? Es sencillo. La mentira es admisible. Se puede manejar de forma que acabe conviniéndonos. La verdad no. La verdad sólo nos puede mostrar una única cosa: lo que hay. Y casi nadie quiere mirar hacia su interior y tratar de ver esa verdad, porque tiene miedo de hallar muchas podredumbres.

Dejemos que el error siga siendo lo que es. Un capítulo. Una lección. Una fase que se debe repetir una y otra vez a lo largo de la vida. Pero no permitamos que se convierta en el final deseable. Estaríamos desvirtuando su noble función.